Sé que dije que este blog sería principalmente para hablar de herramientas de accesibilidad que permitieran vivir de mejor manera la fe, pero me ha parecido anticristiano no levantar la voz ante un tema tan peliagudo como este.
Resulta bastante impresionante la alergia al sufrimiento que caracteriza las sociedades actuales; y aunque no me gusta generalizar, existen bastantes ejemplos que ilustran esta realidad, unos más ilógicos que otros.
En Bélgica está ocurriendo un fenómeno bastante interesante, por no llamarlo de otra manera: desde que se legalizara la eutanasia en 2002, los casos de personas que ejercen su “derecho a morir” han ido en aumento. Tanto así que para 2014, los menores, sin límite de edad, tienen derecho a decidir si quieren seguir viviendo o no; es decir, se supone que no tienen edad suficiente para ingerir alcohol, para conducir o para botar pero si para decidir que se cansaron de vivir y hacerse poner una inyección letal. Y no me digan que todo esto está estrictamente regulado y que no vasta el deseo de morirse para practicarse una eutanasia, porque este famoso protocolo no siempre se ha cumplido.
en enero de 2013, periódicos de todo el mundo se llenaron con los titulares de la muerte de Marc y Eddy Verbessem, dos hermanos de cuarentaicinco años dedicados a la zapatería, sordos de nacimiento, que se practicaron una eutanasia el catorce de diciembre de 2012, porque además estaban perdiendo la visión. Obviamente que su médico les dijo categóricamente que aquello no era motivo suficiente para llevar a cabo dicho proceso, pero no faltó quién les hiciera el favor. Según David Dufour, el médico a cargo, «Estaban felices y fue un alivio ver el fin de su sufrimiento», la versión moderna de “pobrecitos, que miserables eran”.
Impresionan todavía más las declaraciones del hermano de ambos, Dirk Verbessem a Het Gazet van Antwerpen: “La ceguera les hubiera hecho completamente dependientes. Tendrían que mudarse a alguna institución o similar”, y llegados a este punto es donde me pregunto si estoy leyendo un artículo publicado en 2013, o uno de 1650. “estaban cansados de luchar” añadía el hermano en una explicación mucho más plausible.
Como alguien con una enfermedad degenerativa y bastante dolorosa a veces (glaucoma congénito), Comprendo bastante bien los motivos que pudieran haberlos llevado a pensar de esa manera, de verdad que sí, porque en este valle de lágrimas como dice una oración, todos nos hemos querido morir alguna vez; pero de ahí a solicitarlo en un tribunal hay una buena distancia, y una distancia mucho mayor para que te lo concedan tan fácilmente.
La vida de alguien en situación de discapacidad vale tanto como la de cualquier persona, entonces ¡por qué acabar con ella tan fácilmente? Si no te haces poner una inyección letal porque tu esposa te dejó o porque tu empresa está en quiebra, por qué es la primera solución cuando te sobreviene una discapacidad
Habrá quien diga que los asuntos antes mencionados son superables, y yo les digo que una discapacidad también; no en el sentido de que vayas a recuperar la visión o vuelvas a caminar, pero si recuperarás tu vida, podrás hacer, de diferente manera, las cosas que hacías antes de tal o cual accidente, y un largo etc.
Que es complicado no lo niega nadie, pero definitivamente para nada imposible. Seguramente si estos señores se hubieran informado mejor; si su familia los hubiera apoyado más en lugar de preocuparse porque tendrían que internarlos en una institución de mala muerte; si la legislación no hubiera sido tan elástica, quizá el titular del que les estuviera hablando hoy sería algo así como este: “gemelos sordociegos se convierten en los primeros zapateros con esta condición en el mundo”